Despertamos ayer con la noticia del fallecimiento de Alan Vega, mitad del tándem Suicide. Pocas formaciones han despertado tantos odios como los neoyorkinos. Más allá de sentir agrado o no por su música, es indiscutible que estos chicos inventaron un sonido alienígena hasta el momento, la pureza de los sonidos electrónicos. No es de extrañar que sean reverenciados por multitud de bandas que han absorbido sus influencias. Buen día para recordar a estos atípicos músicos.
Vega, de nombre real Boruch Alan Bermowitz, nacido en Brooklyn en una familia de judía, pronto mostró su pasión por el arte, canalizada en un principio por la pintura y escultura, y participó activamente durante la década de los ’60 en el llamado Art Worker’s Coalition, movimiento de artistas que pretendía una serie de reformas políticas y económicas en su país. Pero por el camino se cruza en 1969 los Stooges de Iggy Pop y el pianista Martin Reverby (más conocido como Martin Rev). Con Martin coincide en el Project of Living Artists, más que una galería, un espacio concebido para aunar música y otras artes, donde da rienda suelta a su talento y en el que actúan insignes músicos como Blondie o New York Dolls.
Eran los tiempos en que Hilly Cristal concibió en el East Village la sala CBGB, pionera de la nueva escena neoyorquina y referencia cultural del momento, en la que actuaban artistas como Patti Smith, Ramones, Television, Talking Heads y ellos mismos. Este dúo que comenzó con un teclado roto y la voz de Vega (adorador de Elvis), introdujo al poco una caja de ritmos y sintetizadores
En 1977 ve la luz su primer álbum, Suicide, en que se plasman sus sonidos inauditos e incalificables (al menos hasta entonces). Incluye canciones como Frankie Teardrop, Girl o Ghost Rider, más que versionada posteriormente por grupos de la relevancia de REM o The Sisters of Mercy.
Acostumbrados estamos a las anécdotas/escándalos que arrastra una formación de rock que se precie. Fans cabreados, airados detractores… Pero el nivel de aversión que despertaban Vega y Rev es difícilmente igualable. Al menos pocas referencias tenemos de un público tan descontento con los sonidos que escucha que se lance (y nunca mejor dicho) a tirar cuchillos y hachas al escenario. Para el dúo estas conductas, lejos de hacerles cuestionar su arte, suponían una motivación, parte del tributo que tenían que pagar por innovar. Vega era partidario del Teatro de la Crueldad, un movimiento teatral surgido en los años 30 que buscaba impactar al público y dejar huella en el él, para lo que la confrontación era una de sus herramientas.
De ello da fe el directo 23 minutes in Brussels (1978), gira en la que teloneaban a Elvis Costello y The Clash pero en la que acapararon el protagonismo ante la beligerancia de un público punk poco dispuesto a admitir sonidos electrónicos experimentales. El resultado, el robo del micrófono y la nariz partida del cantante. Lejos de escarmentar Suicide echaba más leña al fuego. Conocida es la anécdota de bloquear las puertas de los garitos donde tocaban y subir al máximo el volumen de la música.
En 1980 lanzan el siguiente disco, también llamado Suicide, de sonidos menos rudos que el primero, acercándose más al pop y la música electrónica. Entre sus temas, Diamonds, Fur Coat, Champagne, Sweatheart o Touch me. Un año antes habían lanzado el single Dream baby dream, que posteriormente versionaría el mismísimo Springsteen.
Si realmente nunca llegaron a separarse oficialmente, ambos hicieron sus carreras en solitario, volviendo a coincidir de vez en cuando para componer juntos un álbum. Además de los nombrados se encuentran A way of life (1988), Why be blue (1992) y American Supreme (2002).
Alan Vega publicó en solitario más de 18 discos y colaboró con artistas de la talla de Ric Ocasek (The Cars). Uno de sus temas más populares (si es que se le puede aplicar tal calificativo) sería Jukebox Babe (1981), de estilo rockabilly. Y es que el artista nunca dejó de innovar en lo que a estilos musicales se refiere. Por su parte, Martin Rev también desarrolló una carrera en solitario probando diferentes rumbos sonoros, tales como bubblegum pop y rock con sintentizadores.
La lista de bandas que se han empapado de la esencia de Suicide es inabarcable. Entre otros destacan New Order, Nick Cave, Bruce Sprinsteen, The Pet Shop Boys, Depeche Mode, Sigue Sigue Sputnik o R.E.M.
Acertada es la carta de despedida de la familia de Alan Vega tras su muerte en la que, aludiendo a su coherencia describe que la vida del músico es un ejemplo de lo que realmente es vivir para el arte.
Para acabar, lo hacemos con uno de sus temas emblemáticos, Ghost Rider, en la versión que Alan Vega adaptó en 1981 en una versión denominada psicobilly punk. Genio y figura.
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Concha Gallén