Hace dos días sopló 70 velas en su pastel de cumpleaños David Gilmour, el solista/compositor de la última etapa de la banda británica Pink Floyd. Aprovechamos que el Pisuerga pasa por Valladolid para introducirnos en el berenjenal que supone destripar la portentosa trayectoria de uno de los mejores grupos de la historia de la música.
El nexo de unión de los componentes fue el bajista y posterior cantante, Roger Waters. En un primer momento, allá por 1963, contó para la formación de una banda con sus compañeros de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Westminster (Londres), donde cursaban sus estudios.
Tras pasar por varios cambios de nombre y por el abandono de dos componentes, Waters recluta a Syd Barrett y Chris Dennis, compañeros de secundaria en su Cambridge natal. En 1964 la denominación definitiva de la banda será Pink Floyd, nombre que propone Barrett en honor a dos cantantes de blues, Pink Anderson y Floyd Dipper. Y es que los inicios de los británicos deambulaban por derroteros muy diferentes al estilo que les hizo famosos universalmente, interpretando éxitos del blues como Louie Louie. Con el abandono en 1965 de Dennis, queda Syd como vocalista absoluto del cuarteto.
Comienza aquí la primera etapa de las tres claramente diferenciadas que atraviesa el grupo, marcada cada una por el liderazgo de sus vocalistas (que suelen ser también los compositores de cada periodo).
Tras dar varios pasos en falso intentando ser fichados por una discográfica, es EMI Records con quien finalmente consiguen lanzar dos canciones que inmediatamente les catapultan a la lista de éxitos: Arnold Layne (basada en las filias de Syd Barrett hacia la ropa interior de las universitarias alojadas en casa de su madre) y See Emily Play, considerada como el mejor tema psicodélico de la historia, una canción por la que sentía devoción David Bowie y versionó en su disco Pin-ups (1973). Tras actuar ese año en enclaves memorables, como el Queen Elizabeth Hall y ser habituales en la BBC, por fin a finales de año lanzan al mercado su primer LP, Pipers at the gate of dawn (1967), considerado uno de los principales álbumes de la psicodelia de la década de los ’60.
Conforme iban adquiriendo fama y se multiplicaban actuaciones, Syd Barrett comenzaba a dar muestras de un comportamiento que acabaría con su carrera. Mucha tinta se ha derramado especulando con la enfermedad del cantante y si el abuso de LSD (con el que en su peor época hacía cuatro viajes diarios) provocó el trastorno. Se ha nombrado trastorno bipolar, esquizofrenia, síndrome de Asperger (una extraña forma de autismo)… Parece que las dudas se disiparon hace tres años, cuando la prestigiosa American Journal of Psyquiatry, auténtica biblia en la divulgación de enfermedades mentales concluyó, a tenor de los síntomas, que la enfermedad de Syd era una psicosis previa al consumo de drogas (pero que evidentemente no mejoraron su curso).
La gira promocional del primer álbum fue una pesadilla para el grupo, pendiente de los cambiantes estados de Barret, que se interrumpía en las actuaciones, desafinaba a propósito y en las entrevistas se limitaba a quedarse callado ante las preguntas del interlocutor.
Ya en su regreso a Reino Unido, y participando como teloneros de los gira de Jimi Hendrix, contaban con un guitarra de reemplazo. Fue cuando se integró en la banda Dave Gilmour, en parte por ser amigo de Syd y esperando que una cara amiga le calmara, pero las expectativas no se cumplieron. En enero de 1968 se decide retirar al cantante de los escenarios. En un primer momento se plantea la posibilidad de mantenerlo, pero únicamente como compositor. A mediados de ese año se lanza su segundo disco A Saucerful of Secrets (1968). En él Barrett solo participa como músico en tres canciones y compositor en una de ellas, Jugband blues, con una explícita letra sobre la caída en desgracia dentro del seno de la banda It’s awfully considerate of you to think of me here and I’m much obliged to you for making it clear that i’m not here. Se descartó incluir su otra composición, Vegetable man, por su crudeza. Termina la etapa Barrett y comienza el liderazgo de Waters.
A pesar de la desaparición de Barrett en la banda, su presencia y apoyo de sus compañeros estuvo siempre presente. Su amigo Gilmour veló para que se le pagaran puntualmente los derechos de autor, supervisando las reediciones de sus discos para proteger su legado. En cuanto al tema musical, fue reverenciado en forma de perlas musicales dedicadas a él en discos ulteriores.
Con su actuación inauguran el primer concierto en Hyde Park y si bien su primera gira por Norteamérica tuvo una acogida fría, en esta segunda convencen a crítica y público. Tras encargarles la banda sonora de la película More, lanzan el siguiente álbum, Ummagumma (1969), disco doble que combina directo y estudio, donde cada integrante daba rienda suelta a su creatividad en los temas incluidos. Consiguieron el nº 5 en las listas inglesas y ser disco de oro en USA, aunque la banda no se muestra satisfecha con el resultado. El batería llegó a declarar: en nuestro caso, esto demuestra que la suma de las partes funciona siempre mejor que cualquier aportación individual.
A Ummagumma le sigue Atom Heart Mother (1970), cuya canción que da título al álbum fue compuesta democráticamente por todos los miembros del grupo. Fue pionero en muchos aspectos. En su composición participaron todos los componentes del grupo, en su producción contaron con la colaboración de Alan Parsons y contiene la suite instrumental más larga de la banda, la que da nombre al disco, con nada menos que 24 minutos de duración y que, obviamente, ocupa toda la cara A del vinilo. Fue exito de critica y público y el mismísimo Stanley Kubrick quiso incluir el inicio en la película que estaba rodando, La naranja mecánica (1971), algo a lo que el grupo finalmente se negó.
En 1972 ve la luz Meddle, cuyo single Echoes, con otros 23 minutos y medio de duración, está considerada la quintaesencia del grupo. Actúan por entonces en las ruinas de Pompeya, en un mítico concierto en directo grabado bajo el nombre de Pink Floyd Live at Pompeii, que no fue estrenado oficialmente hasta 1974.
Llegamos al año 73, fecha del auténtico boom del grupo con la salida de su disco The dark side of the moon. En EEUU llegó directamente al número 1 de listas, y en su país al 2. Posee también el record de ser el disco que más tiempo ha permanecido en las listas, nada menos que 17 años y el sexto más vendido en Reino Unido. El trabajo de los componentes había concluido en un álbum conceptual y filosófico en torno al ser humano donde está muy presente la enfermedad mental de su excantante, además de ahondar en la muerte, el miedo, la soledad o la avaricia. Alan Parsons volvió a participar en la producción y obtuvo por su trabajo una nominación a los premios Grammy. Entre las joyas que se pueden degustar destacamos Money, Brain Damage o Time.
El siguiente disco se llamará Wish you were here (1975), otra de sus genialidades. Contiene dos canciones dedicadas a Syd Barrett: la que da nombre al disco y Shine on you crazy diamond. De todos es conocida la anécdota de la aparición por sorpresa del exvocalista en el estudio de grabación totalmente calvo y sin cejas. Waters compone las cinco canciones que conforman el álbum (si les parece poco, escuchen las dos que duran trece minutos). Está considerado como uno de los mejores discos de la historia de la música.
Dos años más tarde aparece Animals, otro disco conceptual en torno al deterioro social y moral, tema recurrente en Waters. Agotados por las exhaustivas giras, y con el cantante en plena crisis existencial (hasta llegó a lanzar un salivazo a un espectador en un concierto en Montreal), Waters canalizó su vacío en la composición de su siguiente disco, en el que buceaba en las aguas turbias de la pérdida de su padre, su fracaso matrimonial y la rigidez del sistema educativo británico a través de un personaje llamado Pink, alter ego del músico. El resultado, The Wall (1979), un conceptual disco doble mítico en la historia de la música y de los más vendidos de todas las épocas (solo en Estados Unidos llegó a ganar 23 discos de platino). Su Another brick in the wall, que consta de dos partes, es el himno más famoso en torno al sistema de educación rígido y poco pedagógico, y el muro la metáfora del aislamiento en que se sumió el autor para superar ese periodo.
Dos años más tarde Alan Parker pone imágenes a la banda sonora en su película homónima, con Bob Geldof, cantante de The Boomtown Rats, en el papel de Pink. Con el álbum el grupo realizó una gira apoteósica con cuatrocientas luces en movimiento, rayos láser, una bola de espejos y un muro que se iba construyendo conforme avanzaba el concierto. En 1990 el espectáculo se repite en Berlín, conmemorando la caída del muro, y acompañando a Waters artistas como Van Morrison, Sinead O’Connor, Scorpions y Bryan Adams entre otros. El éxito se repitiría en 2010, con una gira por todo el mundo, de las más largas de la historia.
En 1983 lanzan The Final Cut, el que será último disco con Waters en la banda. En 1985 abandona el grupo, tras haber presentado un año antes su primer disco en solitario, The Pros and Cons of Hitch-Hiking. Gilmour coge la batuta y en 1987 sale a la venta A momentary lapse of reason, un disco ideado en un principio para lanzarlo en solitario, donde retoma sonidos más rock, y que llega a ser platino en Estados Unidos.
Cada artista sigue haciendo discos en solitario y colaborando con otras bandas hasta que en 1994 lanzan The Division Bell y veinte años más tarde lo último hasta la fecha del grupo, The Endless River (2014).
Pink Floyd sigue actuando y siendo referencia e inspirador para multitud de bandas fascinadas por sus sonidos y experimentación musical. Terminamos con uno de los temas más sentidos de los británicos, el Wish you were here dedicado al omnipresente Barrett. Disfruten.
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Concha Gallén
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