Recordamos hoy un género de artistas con categoría propia y en ocasiones difícil de delimitar (y es que tendemos a categorizar todo y así nos va). Si hablamos de cantautores, literalmente nos referiríamos a los músicos que componen y cantan sus propias canciones. Dentro de ellos entonces podríamos incluir a gente tan diversa como Taylor Swift, Ray Davis, Morrissey, Mick Jagger o Jim Morrison.
El término cantautor va asociado no solo a la composición e interpretación sino a la temática, de contenido social, reivindicativo y con el claro objetivo de promover un cambio sociopolítico a través de la música. Si bien no ha dejado de existir (que hubiera sido buena señal), su auge se sitúa en las décadas de los 60 y 70, alrededor de situaciones turbulentas de guerra, dictadura, opresión y desigualdad. No es extraño entonces que, al igual que denuncia las desigualdades del entorno, beba también de su tradición y su base sea el folk.
En Latinoamérica encontramos el caldo de cultivo de algunos de los mejores cantautores de la nueva canción o canción protesta. Muchos arriesgaron su vida y otros la perdieron por poner voz a los problemas que acuciaban al pueblo. Es el caso de Víctor Jara. Este chileno, que compaginó toda su (corta) vida su faceta musical con la dirección teatral, estuvo ligado a partido de Salvador Allende, y durante su mandato ejerció como embajador cultural. Al día siguiente de llegar Pinochet al poder tras el golpe de Estado, este autor que trataba especialmente la pobreza de los agricultores y las barriadas pobres de Santiago, fue detenido en la universidad donde trabajaba y llevado junto con otros 600 prisioneros al estadio de fútbol que actualmente lleva su nombre. Allí, a lo largo de cuatro días fue torturado brutalmente. Antes de morir consiguió papel y lapiz para componer los que serían sus últimos versos: Canto que mal que sales / Cuando tengo que cantar espanto / Espanto como el que vivo / Espanto como el que muero. Tenía 41 años.
Mercedes Sosa en Argentina fue coetánea de Víctor. Cuando fue asesinado este afirmó que jamás volvería a cantar en Chile hasta que el régimen militar acabara. Ligada a la política de Perón, al tomar por la fuerza el gobierno el general Videla sus canciones son prohibidas y ella incluida en las listas negras. Realiza actuaciones en otros países pero se niega a abandonar el suyo hasta que en 1978 es detenida durante uno de sus conciertos junto con los asistentes. Vivió exiliada en París y Madrid hasta que pudo regresar a su tierra en 1981, comenzando los años más prolíficos de su carrera, llegando a ser denominada la Voz de América.
Especialmente ilustrativos y referencia de otros muchos son los cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Ambos son exponentes de la Nueva Trova Cubana. El primero, dibujante además de músico, lleva más de 40 años componiendo (más de 500 canciones copan su discografía) y ha obtenido multitud de premios. En el año 1997 fue nombrado Artista Unesco por la Paz y ha sido investido Doctor Honoris Causa por varias universidades de Latinoamérica. Desde 2010 encabeza un grupo de músicos que visita los barrios más pobres de la Habana llevando allí su música.
Pablo Milanés tiene una carrera tan longeva como el anterior, influenciada por la música norteamericana y formó parte el Grupo de Experimentación Sonora (GES), donde junto con otros trovadores y músicos trabajaron bajo al tutela de maestros como Federico Smith o su gran referencia musical, el maestro Leo Brower, en la recuperación de músicas tradicionales cubanas y su confrontación con nuevas tendencias contemporáneas que se hacían fuera de Cuba. En 2006 obtiene el Grammy Latino a mejor cantautor.
En EEUU la canción protesta llegó marcada por el camino que sembró Woody Guthrie. Ya hablamos del músico en el artículo Canciones como instrumento de lucha. Este texano denunció en los años 30 la extrema pobreza a la que se enfrentaba su pueblo y fue inspirador, entre otros, de Bob Dylan, quien le llamó su último héroe. Varias décadas después los máximos exponentes en la defensa de los derechos civiles serían el propio Dylan y Joan Baez (pareja artística y sentimental durante un periodo de su vida). Joan, considerada la reina de la canción protesta, fue la que introdujo en sus círculos musicales a un por entonces desconocido Dylan. Siendo hija de un famoso físico que rechazó participar en el proyecto Manhattan por sus ideas antibelicistas, no es extraño que ella misma abrazara el mismo ideal, representando con sus canciones la oposición a la guerra de Vietnam, llegando a viajar allí el labor humanitaria. Bob Dylan llegó a comer el terreno de Joan Baez con su gran éxito en los 70, pasando de interpretar música folk (aunque de vez en cuando vuelve a hacer incursiones en ella) al rock y otros estilos.
La lengua francesa posee una cuota de cantautores que han influído positivamente en los cantantes patrios, si bien se remontan a unas décadas anteriores a las que nos ocupan hoy la sección. George Brassens es una de sus estrellas más internacionales. Fustigador de la clase burguesa gala, supo mezclar como nadie el lenguaje políticamente incorrecto con la más tierna poesía. Gran parte de esta herencia la adquirió Jacques Brel, belga francófono, equivalente a Lou Reed en centrar el protagonismo de sus canciones en los marginados: prostitutas, drogadictos, vagabundos… Un trovador para las clases oprimidas de la sociedad.
La cuota española es tan extensa y con entidad propia que la postergaremos a una segunda parte.
Ilustrar el post con una sola canción resulta bastante doloroso. Tras imprescindibles descartes, escogemos una de las más descarnadas canciones contra la impunidad y indiferencia ante la vida y el dolor ajeno. Se trata de la maravillosa La vida no vale nada, de Pablo Milanés, que apabulla con frases tan contundentes como La vida no vale nada si yo me quedo sentado después que he visto y soñado que en todas partes me llaman(…) La vida no vale nada cuando otros se están matando y yo sigo aquí cantando cual si no pasara nada(…) La vida no vale nada si ignoro que el asesino cogió por otro camino y prepara otra celada (…) La vida no vale nada si cuatro caen por minuto y al final por el abuso se decide la jornada. Una bofetada de realidad necesaria.
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CONCHA GALLÉN (Psicóloga & Coach)
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