Ficha técnica:
Bunbury. Palosanto Tour 2014
Lugar: BarclaysCard Center (antiguo Palacio de los Deportes) Madrid.
Fecha: 20 diciembre 2014
Asistencia: 5.000 personas
En Madrid la oferta musical es bastante amplia, conciertos para los gustos más variados, en salas de diferente localización, aforo y, sobre todo, acústica. El mismo BarclaysCard Center -que sí es uno de los buenos recintos para las actuaciones en directo- tiene una intensa actividad, especialmente en estas fechas, pero no todos los días acoge el Palosanto Tour ni a Bunbury y Los Santos Inocentes. Aunque este año lo haya hecho en dos ocasiones, con apenas seis meses de diferencia, y yo una de las afortunadas que ha repetido experiencia.
Es difícil -por no decir imposible- escribir una crónica objetiva, tras vivir algo de este tipo, que trasciende la pura interpretación musical y nos ha llevado una vez más a la estratosfera.
El inicio ya es espectacular cuando, a los acordes de un vals, y sobre un recinto a oscuras un OVNI deja sobre el escenario, vestido de negro, al rockero más carismático y particular de este país.
Despierta pone en órbita al público y lo mantendrá electrizado, canción tras canción, hasta una treintena, durante cerca de dos horas y media. A contracorriente, El Club de los imposibles, Ódiame, Porque las cosas cambian y la magnífica Más alto que nosotros sobre el cielo y los cinco mil asistentes cada vez enloquecen más ante una escenografía cuidada e impecable, un sonido potente y esa voz que, como los buenos vinos, sigue cogiendo cuerpo y mejorando con los años.
Queda mucho por delante pero ya se sabe que va a ser otra noche mítica. Y no sólo porque sea el cierre de la gira y el inicio de una anunciada pausa -esperemos que corta-.
Esa impronta personal y un tanto cabaretera -desde su forma de dirigirse al público hasta sus poses y, los perfectos juegos de luces-, se ve reforzada por el formato de El Ring por el que ha apostado en esta ocasión: solo cinco mil personas, en la pista, rodeando el escenario. Un efecto que por momentos crea una sensación de intimidad tal que pareciera que una estuviera sola frente a ese altar y uno de los grandes sacerdotes de la música en directo.
El público, uno de los más heterogéneos que uno pueda encontrarse en un concierto, está entregado desde antes de sonar el primer acorde y así va a mantenerse toda la sesión. Es un público que venera a su ídolo, pero no se confundan, no se trata de un ídolo vacío, todo lo contrario, corre, baila, boxea, se para, se arrodilla, domina el espacio y se deja la piel. Incluso los que siguen yendo a verle parece que esperando que un día reaparezcan Héroes del Silencio, se rinden ante la fuerza de estos músicos y un tipo que se entrega al 100%.
Los temas habituales de la gira -cuyo orden los incondicionales se saben de memoria-, se van sucediendo en una equilibrada combinación de Palosanto y algunos de sus discos anteriores. El extranjero vuelve a hacer rugir el Palacio, y continúa el espectáculo con El Rescate y Los habitantes -a destacar el solo de Jordi Mena, porque Bunbury es muy grande, pero le acompaña su banda perfecta, al ritmo del corazón de la batería de Ramón Gacias-, con un Álvaro Suite cada vez más mimetizado con Bunbury, Robert Castellanos y, a los teclados, Jorge «Rebe» Rebenaque.
Buena música, mucho, pero también letras que son la marca de la casa. Un libro en cada canción, y en cada concierto 30 libros, me dice mi amigo Dani. Sí, una biblioteca de un autor que hace poesía con las palabras y con los sonidos y que, para colmo, los vive e interpreta como nadie.
No faltan un recuerdo a Héroes, con Deshacer el Mundo y algunos de sus temas más coreados: Hijo de Cortés, Que tengas suertecita… y cinco mil gargantas le acompañan, incluso algunos niños que se saben prácticamente todo el repertorio -cómo me gusta ver a los más pequeños aprendiendo pronto que no hay nada como la música en directo-.
Es, realmente, El hombre delgado que no solo no flaquea, sino que renace y crece cada día que pisa la escena. Y es que cuando alguien llena el escenario, tanto, se entrega tanto, ya no es un músico, no es un rockero, es un Artista, con mayúsculas, un gigante.
Llegan los temas más lentos e íntimos: Salvavidas, Frente a Frente y una canción que empieza de rodillas: De todo el mundo -cada vez me gusta más cómo suena, cómo la interpreta-; quedan aún Sí y Lady Blue, con la que termina la parte principal.
Tras la habitual broma sobre la hora de cierre del Metro y si no tenemos otra cosa que hacer, el público enfervorecido responde y repite No tenemos prisa. No, no tenemos prisa porque termine esto -no nos importaría que durase 3 horas más- y no tenemos prisa porque se tome ese anunciado descanso.
Los bises arrancan a lo grande, con un magnífico Bunbury solo, a la guitarra, interpretando Prisioneros. Infinito (sí, es ése el título pero en el fondo, para todos, será siempre Me calaste hondo), Bujías para el dolor, la descarnada Puta desagradecida y Viento a favor, con la que suele cerrar, nos han llevado al final.
Ha sido un placer estar con ustedes dice. No, el placer ha sido nuestro, maestro.
El platillo volante vuelve a llevárselo. El grupo se queda solo, el público sin aliento pero con ganas de más… Se apagan las luces y se enciende el habitual letrero: Gracias Madrid. No, gracias Enrique… vuelve pronto.
TOÑI RICOY