Una imagen vale más que mil palabras, reza el dicho popular. El mundo de la música sería una excepción. Porque es infinita la capacidad que tiene de hacernos sentir, pensar, reflexionar, cuestionar y tirar hacia adelante, a veces solo con una melodía, con una frase. Quizá sea para muchos el compañero más fiel, algo que no nos va a fallar. Por eso queremos dedicar una sección al mundo escondido tras una canción o un artista. Desnudando la música, porque creemos que esta puede ser un auténtico mundo de enseñanza. Extraigamos de ella todo el jugo entonces. Aprendamos (o desaprendamos) de su mano para conseguir ser un poquito más felices… Nuestro primer post desnuda a Roy Orbison, una de las debilidades confesas de nuestro blog. Un verdadero honor para inaugurar este espacio.
No hay duda de que uno de los gremios más copado de personas atormentadas es el de la música -y otros sectores artísticos. Las razones pueden ser variadas, bien porque sea el medio perfecto para canalizar su genio y/o fantasmas, bien porque su tipo de vida es caldo de cultivo para generar circunstancias nada beneficiosas.
En el caso de nuestro protagonista, digamos que la vida se cebó en él con tragedias que dejarían a cualquiera al borde del abismo. Pero nuestro admirado Orbison nunca se rindió ni perdió las ganas de vivir y de seguir creando.
Podríamos resumir lo grande del músico solo con las definiciones que de él dieron Elvis Presley, el mejor cantante del mundo (lo suscribo), y John Lennon, quien llegó a afirmar que siempre quiso parecerse a Roy por encima de cualquier otro músico.
Este texano formó su primera banda con 13 años y publicó su primer disco por mediación de Johnny Cash (curioso, el hombre que vestía de negro y el que fue el eterno hombre de las gafas negras), quien le puso en contacto con su productor, que lo era a su vez de otros grandes como Elvis y Jerry Lee Lewis. En esta época se centró en el rockabilly y aunque no obtuvo gran éxito, muchos consideran sus canciones de esta época las mejores del género en toda su historia.
Es la Monument Records quien consigue dar con el estilo perfecto para él, esas baladas melódicas desbordadas de emociones en las que su voz operística (que abarcaba más de tres octavas) se luce a la perfección. Durante cinco años, desde 1960 a 1965, consigue 17 tops, entre los que destacan Crying, Only the lonely, Oh, pretty woman o In Dreams.
En 1963 encabeza una gira europea con The Beatles, al año siguiente una con The Beach Boys y un año después con The Rolling Stones. Casi nada. Es en este periodo, en pleno auge, cuando suceden los grandes dramas de su vida. En 1966, un accidente de moto en el que él conduce acaba con la vida de su mujer (la famosa Claudette de la canción). Y dos años más tarde, mientras Roy se encuentra de gira, un incendio en la casa familiar provoca que sus padres solo puedan salvar a su hijo de 3 años, muriendo los dos mayores (10 y 6). Es cuando tomará la decisión de no asistir a más funerales en toda su existencia.
No obstante, se repone a través de sus giras y vuelve a casarse al año siguiente (no lo consideraremos como otra nueva desgracia). De hecho, su posteriormente viuda, Barbara Orbison, veló porque su legado nunca se olvidara (si es que eso fuera posible).
Aunque en los 70 comienzan sus problemas cardíacos, se agravan los oculares y su luz se apaga, es reivindicado por músicos como Bruce Springsteen y Van Halen, que comienzan a versionar sus canciones. Y en los 80 vuelve a brillar como siempre debería haber sido a través del In Dreams que David Lynch introduce en su famosa película Blue Velvet y cuando en 1988 recibe la llamada de Jeff Lynne para formar parte de la super banda The Traveling Wilburys, junto con el ya mencionado y otros amigos insignes tales como George Harrison, Tom Petty y Bob Dylan.
Este mismo año consigue un doble número uno con este disco colectivo y el personal Mistery Girl pero no consigue disfrutarlo. El 6 de diciembre, tras jugar y cenar con sus hijos, un infarto fulminante consigue acabar con el corazón que este gran hombre llevaba años cosiendo. Tenía solamente 52 años.
En su última entrevista, pocas semanas antes de morir, y preguntado acerca de sus tragedias personales, Roy resumía en su respuesta su filosofía de vida: Fueron un impacto definitivo, pero seguí haciendo giras como terapia. Porque creo que tenía que seguir siendo fiel a mí mismo. Esas desgracias me ocurrieron a mí, pero no lo interpreté como algo personal contra mí, no hay una sola persona que no haya perdido a alguien. Supongo que probablemente estoy hablando de fe. Fue un golpe devastador, pero no del todo debilitante. No salí indemne pero tampoco salí muerto.
Vamos, que la personalidad de Roy contaba con los elementos que el eminente psiquiatra Luis Rojas Marcos denomina los principales de la resiliencia, o capacidad humana para superar la adversidad: optimismo, pensamiento positivo, autocontrol y diversificación de las parcelas de la vida: Si nos va mal en un aspecto, que podamos tener otros.
The Big O. fue un ejemplo de lucha e integridad hasta el final que deberíamos tener presente. Es por eso que, de entre todas sus maravillas de composiciones, escogemos su éxito póstumo You got it, en el que despliega su interminable capacidad de amar, como si nunca se le hubiera partido el corazón. Mi admiración infinita.
.
CONCHA GALLÉN (Psicóloga & Coach)